miércoles, 12 de octubre de 2016

LEGADO

©Patricia Karina Vergara Sánchez 

pakave@hotmail.com

Hombre que llegaste del viejo mundo,
fuiste tú quien violó a mi madre.
Cierto es que vengo de una lucha primigenia
entre el semen invasor y la sangre que resiste.
Eso no te convierte en mi padre.
No te reconozco.
Solamente eres el maldecido de estos labios.

Tú, has puesto triste huella en esta tierra, 
has mordido estos frutos y robado las semillas, 
has traspasado al jaguar con tu espada.
Eso no te convierte en el amo,
tan sólo eres el ambicioso agricultor de destrucción.
Por ello, es horror lo que se cosechó de tu siembra.

Tú, que naciste en siglos más recientes,
pero que, tambièn, te apropias de estos “exóticos” saberes,
que dices traducir, difundir, acercar, interpretar mis palabras
y que, sin embargo, terminan en un libro firmado con tu nombre;
sigues construyendo catedrales, sobre sitios sagrados.

"Mestizaje", "unidad nacional", "culturas hermanas"…
El discurso generoso de quien de todo se ha apropiado.
Mientras tanto, 
los niños blancos juegan en el Mcdonalds de las colonias de lujo
a ser, creen que serán, los dueños de todo.
Mientras tanto,
miles de niñas y viejos color de tierra han muerto de hambre, 
millones de injusticias sobre esta piel van ocurriendo a diario.

De la invasión, más de cinco siglos hace.
Sin embargo, es apenas un soplo de historia.
Hay pueblos que más de cien décadas resisten.
Hay pueblos que un día vuelven a ser libres.

Desde aquí, miro a mis hermanas, a mi gente, a las abuelas,
danzando, pies desnudos, a la Tonanzin Tlalli, Coatlicue.
Sobre el asfalto, desafiantes, ante los edificios del invasor.
Memoria valiente de quien sabe el lugar de los antepasados.
Pese a la mirada atónita del gringo y su foto del recuerdo.
Pese al empresario que se imagina cómo hacer negocio
de una invocación intocable.
Pese a todo,
cada danza sagrada arranca una piedrecilla, 
apenas imperceptible,
desmorona, lentamente -canto a canto-, 
la fachada del poder de los templos coloniales.

Cada latido, labor de pequeñas hormigas pacientes.
Trabajo de artesana espléndida que hilo a hilo, 
desde el telar, nace otro mundo colorido.
Cada ráfaga de aroma proveniente del popochcomitl 
despierta la memoria colectiva, combatiente.
Cada grito de atecocolli, es una promesa:
Vive la resistencia. 
Un día, se hará justicia.