martes, 4 de junio de 2013

DESDE EL LIMBO

Para Elsa L y Lupita G

© Patricia Karina Vergara Sánchez
pakave@hotmail.com

Para las poetas,
apenas soy panfletaria política.
Para las académicas,
tengo más utopía que rigurosidad y ciencia.
Para las amas  de casa,
mi hogar no es ningún modelo de pulcritud.
Para las heterosexuales,
soy exageradamente lesbiana (y lo digo todo el tiempo).

Para las tibias,
soy “demasiado” radical, hasta causo algo de miedo.
Para la empleada del banco –sólo de mirarme-,
no soy sujeta crediticia digna de atención.
Para las posmodernas,
tengo un discurso ya atrasado -nomás como 500  años de viejo.
Para las que hacen política -pública y no-,
mi propuesta de mundo es demasiado poética.
Para las nanitas de mi pueblo,
soy poco humilde, poco dócil y menos dulce de lo que mujer-debería.
Para mis estudiantas soy la neta,
pero nadie las escucha porque son muy jóvenes.
Para las adoradoras del falo,
soy una molestia zumbona en sus orejas.

Entiendo, entiendo:
No sirvo para mucho.

Panfletaria,
utópica,
desmadrada,
lesbiana,
radical,
insolvente,
anacrónica,
poeta,
soberbia,
insumisa,
adolescente eterna,
mosca incómoda…

-Las agencias de empleos no  se desviven a causa de mi currículo.

Tal  vez me he construido ininteligible.
Sin embargo, parece ser, que hay ecos en el limbo,
que la irreverencia resuena: se multiplica.

Yo adelanto un pie y luego el otro, sonrío.
En mi camino aparecen flores fragantes,
mujeres-alegría, baños  de agua sanadora,
cantitos y mariposas de  colores…
Es suficiente para mí.


*Foto de Fernanda Magallanes (Brasil)




AQUÍ SIGO

© Patricia Karina Vergara Sánchez
pakave@hotmail.com

Como ramita seca,
 algo se me parte, de a poquito,
 cuando tantas hacen maletas
o no las hacen, pero igual se van.

Yo no me marcho,
 cuando tantos ya no viven aquí.
 Me niego al exilio,
 aun cuando ya sé que a cada paso
 amenaza la presencia del déspota;
 la bestialidad del tirano;
 las huellas del desamparo.

Ante los rostros en las fotos del diario
de los fantasmas de 45, 46, 80 mil.
Cada día, mujeres, hombres, niñes,
que aquí no  se llaman asesinadas,
dice el presidente que son daños  colaterales.

Me quedo,
a mirar las ruinas de lo que eran
sueños tan sencillos, de sosiego,
como el desayunar cada día
con un trozo de pan fresco,
tal  vez con mermelada de durazno.

Ilusiones tan simples
como ir a la escuela sin  miedo
de ser desaparecida, como otras, al regreso.
Buscar en el periódico los anuncios de empleos;
de maestra de teatro, para vender hamburguesas,
naranjas o cualquier otra cosa.

Ambiciones tan desbordadas
como contar con dos monedas
para invitarte un helado
comprado en la tienda de la esquina.
O, dormir tranquila la siesta
con tus piernas tibias entre las mías.

Me sostengo aquí.
Aún en contra del terremoto,
de los brazos cansados, del monedero vacío.

En contra de las traiciones.
De los acomodaticios,
que nunca faltan.

Mirando a los  ojos de los milicos,
que ocupan las  calles y dan miedo.
Rostros grabados en la infancia de mi niña,
que no juega en los parques.

Reclamado a los represores,
por todos los que han sido golpeados
por todas  las que nos faltan,
conteniendo a los machos
que se sueñan héroes de guerra.
Todos juntos, esos que no  se enteran
de lo tarde que es ya en este siglo.

Pues así, así y todo:
No renuncio.
No me marcho.
No me marcho.

Porque la esperanza para mi tierra
es para construirla mía.
Más alimento que los alimentos.
Más hermosa que el paraíso,
de nubes blancas, a la obediencia
que ofrecen los vendedores de cruces
para cuando yo muera.

Porque ni los plantadores de miedo,
ni todo su horror,
pueden combatir la certeza
que da el llamado de la Pachamama.
Yo sé que el único lugar al que puedo ir
es hacia este grito en el viento.

¡BRAVA!

© Patricia Karina Vergara Sánchez
 pakave@hotmail.com

¡Brava, amiga feminista!
Dímelo de nuevo:
“No calles la violencia”.
Escríbelo bien grande,
con letras en tinta lila:
“El silencio no nos protege”.

Hay que hacer el escrache.
Hay que señalar al agresor.
Hay que conmovernos hasta la médula
por esa mujer que ha sido rota.
Levantar las pancartas, hacer el grito.
¡Brava por la lucha, amiga feminista!

Pero, cuidado, si vengo y te cuento
que me ha herido quien te hace amistad
o con quien tienes interesantes negocios…

Qué ocurre, me pregunto una y otra vez, qué ocurre.
Me retiras el saludo, me miras desde la insolencia.
Qué ocurre, qué son esos murmullos a mi espalda.
Qué distinto te resulta, si no es-soy una desconocida.

Será acaso que mi rostro se ha vuelto deforme,
que mi aliento apesta, mis úlceras dan asco
o soy un espejo enorme y desagradable
que te hace preguntarte qué pasa en tu casa.

Qué ocurre, qué es, amiga feminista,
que cuando hablé de violencias tantas
 no te dignaste a responderme una palabra.
“Rompe el silencio” escribes en las paredes.
Me pregunto si tienes sólo pintura para decir,
si tienes también oídos para escuchar,
boca de responder, manos para hacer.

Los del sindicato cierran filas con el denunciado.
“No puede ser, lo conozco hace años”.
El director de la escuela protege al profe acosador
“No puede ser, educa aquí desde hace tanto”.
Algunas feministas hacen muros de silencio
Te dicen que fabulas, estás confundida, rencorosa,
tal vez exageras o eres demasiado intensa.
Que lo superes ya, que des vuelta a la hoja.
Tal vez no entendí que si vistes de morado
es pecado decir: “me han hecho daño”.

Te miro en la tele, te grabo el discurso en el radio.
Levantas una pancarta, llevas un listón negro en el brazo.
Cuántos cursos sobre violencia te he escuchado.

Me alegro, me alegro tanto de que nada mío haya muerto.
Hoy sería imagen para la carpeta en donde documentas infamias
y para que te tomen fotos en el mitin ante el fuego de una veladora.
Pienso que ya sé por qué no respondiste cuando te marqué al teléfono...

¡Brava, amiga feminista!,
lecciones que aprendo, tonta de mí, después de tantos años.