martes, 18 de octubre de 2011

RETUMBA

© Patricia Karina Vergara Sánchez

Un hombre asustado
dijo que mis versos sonaban a tambores de guerra.
-Habría que considerar que en ese entonces
todavía no había juntado tanta ira,
como la que hoy tengo lista.

Yo no creo en las guerras,
pero sí en detener el golpe, en la acción constante, directa,
en mirar a los ojos del agresor, en no permitir más heridas.

Dicen que, entonces, mis versos son provocaciones peligrosas,
confrontación abierta.
Como si el calificarlos lograra hacer que guardaran silencio.
Como si las palabras pudieran ser arrancadas de la ignominia,
cuando la nombran.

No hay silencio posible. No pueden hacerme muda.
Mis versos resuenan con la fiereza de esta insolente
mujer, lesbiana, otra
que se declara insumisa, desobediente.
Que se reconoce en desacato permanente ante la injusticia.

El hombre tiene un palo y golpea a la niña.
El hombre tiene un arma y asesina a Marisela.
En Coppel encierran a seis mujeres,
las queman vivas.

Los policías reprimen y persiguen a las que se manifiestan.

El comisario tiene dinero y da su versión en la prensa de la verdad,
y de lo que se le da la gana.

El machista hace discurso y dice que es culpa mía

La gente tiene dos pesos que gasta con angustia
y pone bajo el tapete, para luego, para nunca;
a las asesinadas, a las heridas de hoy.

Yo tengo poca cosa, pero me basta.
Tengo boca, tengo puños, tengo versos.
Tengo memoria de tantos agravios.
Tengo estos tambores de vida que claman por vida.
Que cantan mientras marcho buscando veredas.
Que proclaman a cada golpe de baqueta
un latido único, constante, urgente.
Ya no más. Es la hora:
Autodefensa



miércoles, 12 de octubre de 2011

CIERTOS OLIMPOS

Patricia Karina Vergara Sánchez
pakave@hotmail.com

Vestida con tu blanca toga
de tela maquilada para primer mundo.
Escribes en electrónico desde la razón,
las razones por las que yo no existo.

Sentada en un pequeño espacio libre
de tu mesa  abundante de alimentos
buscas la cita exacta y encuentras, afanosa,
las categorías, ciencia, teoría que explican
el cómo soy performatividad pura,
que ocupa mi saber, mi cama, la vida mía.
Por ello, no soy capaz de la trascendencia
hacia la humanidad.

En tanto, mi padrastro me prende fuego
en un rincón del Estado de México

Mi familia es silenciada por hablar de justicia
ante mi  féretro de terror

Me  comí a mis crías y voy andando,
siguiendo rumbo norte en el desierto.
Me muero aquí o de hambre injusta.

Escribes verdad: mujer es un término
sin sentido lógico ni pertenencia.
Esta carne ya fue desmembrada
y mis huesos quebrados, desperdigados.

Mi palabra no tenía valor profundo,
nada significa ahora para ti.
Cuando comenzaba a dibujarme,
en múltiples visiones concatenadas,
Me has borrado con un sólo gesto
de mecanografía.

Tú te vuelves más blanco, prestigioso.
Cada vez más sabio, megáfono de Foucault.

Sin embargo, me hacen falta más, mucho más
 de dos teorías pretendiendo explicarme
que el dolor es mera construcción cultural.
¿Es, acaso, una forma distinta de placer?

Para demostrar mi falta de sofisticación,
de comprensión y actitud postmoderna
es necesario se cuantifique con rigor exacto
los segundos que dura mi agonía.
Yo pongo este cuerpo. Tú haces ciencia.

Todo es cuestión de desandar la hipótesis.
Pronunciarse en la variable.
Despejar a empellones las puertas del recinto.
Traer espejos grandes ante tu rostro:

¿Qué miras?
¿Puedes reconocerte en este rictus?